viernes, 25 de octubre de 2013





El espejo de Rebeca.



El 31 de octubre de hace un par de años, los cinco amigos de Rebeca quedaron para conmemorar la muerte de un amigo suyo que falleció de cáncer. Uno de los chicos comentó que su abuelo le había dicho una forma de volver a ver a su difunto compañero, solo necesitaban armarse de valor para conseguirlo. El abuelo de José le dijo que necesitaban una vela negra por persona, una rosa blanca y un espejo, hacia media noche tenían que cerrar los ojos y escuchar las doce campanadas que indicaban que eran las doce. Pero al parecer solo tenían cinco velas negras y cuatro rosas. Sin darle mucha importancia Rebeca solo cogió la vela negra. Todos se encerraron en el baño, con su rosa blanca y su vela negra, menos Rebeca que escuchó un ruido procedente del salón, pero no le dio importancia ya que pensaba que era su mente que le estaba jugando una mala pasada pero aun así decidió salir a comprobar si se había despertado su hermana. Procedieron a cerrar los ojos, sin Rebeca presente, empezaron a sonar las doce campanadas, pero en la última se oyó un grito atronador, entonces me desperté, fui al salón y lo único que pude hacer fue quedarme paralizada por el terror.



 Todos abrieron los ojos y miraron al espejo, para su sorpresa quien se apareció en él no fue Gabriel, su fallecido amigo, sino Rebeca con una rosa blanca en la mano, todos miraron para atrás y vieron que la chica no estaba, corrieron hacia el salón que era donde se había escuchado el grito, y, yo me encontraba. Salieron de la casa al descubrir el cadáver de Rebeca cubierto de sangre con pétalos de rosa blanca. Desde ese momento nadie volvió a visitar las casa de Rebeca porque dicen que se siguen oyendo gritos y oliendo a cera de las velas, nadie ha ido menos yo, su hermana, que lo único que recuerda es la cara de terror de mi querida Rebeca antes de morir. Nadie sabe cómo murió, ni quien la mato, la única pista de su muerte fueron los pétalos ensangrentados de la rosa que faltaba.

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